27 de junio de 2012

El desmadre padre

Mientras el baloncesto profesional agoniza acuciado por la situación terminal de los clubes y las instituciones, en las categorías menos mediáticas asistimos a la ceremonia de la confusión que está generando la implantación de las nuevas normas. Por un lado, la FEB mantiene la postura de aplicarlas en todas sus categorías; por otro, las federaciones autonómicas son totalmente libres de hacer lo que crean conveniente. La disparidad generará situaciones tan esperpénticas como la siguiente: el campeón de la Primera División asturiana disputará la competición doméstica con la línea de 6'25 y la fase de ascenso (que se disputará en Cantabria) la jugará con línea de 6'75 y semicírculo de no carga.

Muchos pensarán que se trata de una situación especial en un momento especial, que la disparidad en las normativas responde a un momento de excepcionalidad de nuestro deporte. El caso es que los hechos, que son incuestionables, dicen todo lo contrario: nos encontramos sumergidos en una disciplina en la que la reglamentación dice una cosa o la contraria en función de la profesionalidad, del lugar en el que se desarrolle, de la voluntad de los dirigentes federativos o de la categoría en la que se aplique. Así las cosas, más que en un deporte, pareciera que viviésemos en una multidisciplina caótica, muy lejos del otrora slogan de la FIBA de un deporte, una norma.


La consecuencia de toda esta marabunta de normas y contranormas es que estamos configurando un deporte cada más complejo, inestable y alejado de la gente. Las reglas que se instauraron en el pasado reciente son sustituidas por otras con fecha de caducidad. Los cambios no se ensayan ni se testan en los campos de prueba, sino en las canchas oficiales. Vamos y venimos a una velocidad endiablada, como pollo sin cabeza, a fin de justificar los sueldos de unos cuantos estómagos agradecidos, mientras el ciudadano normal y corriente cae presa de la desafección por nuestro deporte. Otros prefieren cobijarse en el baloncesto de los 80, en la tradición, en las esencias, en las raíces.

No se trata de un discurso romántico o melancólico. Evidentemente, y como todo en la vida, el baloncesto tiene la imperiosa necesidad vital de adaptarse a los tiempos, de introducir cambios para hacerlo más atractivo y más jugable. Pero lo mínimamente exigible es que esas modificaciones sean eficientes y ordenadas, que se apliquen con unos criterios definidos, en todos los lugares y ligas (con los matices propios de cada categoría, pero solo matices), y que permanezcan en el tiempo. Hagamos un ejercicio de empatía: ¿qué pensaría un aficionado al balonmano, al waterpolo, al voleibol o a los bolos de un deporte en el que suceden cosas como las siguientes?

  • El tiempo: en alevín se juegan seis periodos de ocho minutos, los cinco primeros a reloj corrido (excepto el minuto final), el último periodo cinco corridos y tres parados; en el resto de categorías, cuatro periodos de 10 parados; en la NBA se disputan 12 minutos por periodo.
  • Los jugadores: en alevín todos tienen que jugar dos periodos entre los cinco primeros y descansar otros tantos; en infantil, todos están obligados a jugar un periodo entre los cuatro primeros y descansar otro; en el resto pueden cuantos y tanto como desee el entrenador.
  • Los triples: en alevín la línea de tres es un rectángulo a la altura del tiro libre; en infantil es la clásica línea de 6'25 metros; en el resto es una línea de 6'75 metros, excepto en los laterales, que la distancia es más pequeña, así como en los campos estrechos, donde será todavía menor.
  • Los tiempos: en alevín se conceden dos por mitad; en el resto de las categorías se aplican dos tiempos en la primera parte y tres en la segunda; en las categorías profesionales se suman los tiempos muertos televisivos; y en la NBA tienen tiempos cortos y tiempos largos.
  • Los cambios: en alevín solo se permiten en el sexto periodo; en infantil en el cuarto periodo; en ambos casos, se podría cambiar en los periodos prohibidos por descalificación, eliminación o lesión; en el resto, en cualquier momento del partido; en la NBA incluso entre tiros libres.
  • Las defensas: en alevín está prohibido (básicamente) que un defensor se "descuelgue" del atacante durante cinco segundos en la zona rectangular; en algunos lugares están prohibidas las defensas zonales; en el resto hay libertad; en la NBA se sancionan los tres segundos defensivos.
  • Y eso por no hablar de los pasos, las faltas, las antideportivas, las flagrantes, los semicírculos de no carga, las luchas, las saltos, los saques de cuarto, las posesiones de 30, 24 y 14 segundos, los arbitrajes a tres, a dos, a uno y a ninguno, las canastas con y sin tablero...


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org