Así pues, el filial deberá sobreponerse a la baja de tres hombres básicos en los esquemas del equipo: el alero Fermín Saiz (autor de una magnífica campaña), el reconvertido Marcos García y el emigrado Luis Alberto Riancho, ya con las maletas en Torrelavega. Con el puesto de base perfectamente cubierto, los esfuerzos del técnico azulón deberán centrarse, sobre todo, en la reconstrucción del perímetro y en la búsqueda de nuevas referencias interiores. En este sentido, será interesante saber qué papel asumirán los veteranos Héctor Cayón y Moisés Anillo, jugadores desacostumbrados a asumir el peso ofensivo en sus equipos.

Lo que parece evidente es que los objetivos del filial cambian por completo. El gran animador de la categoría durante los últimos años (hasta el punto de proclamarse subcampeón en la 2008-2009), pierde enteros para mantenerse en la zona noble de la tabla clasificatoria; eso sí, emprende una nueva etapa, no menos apasionante, en la que trabajará para apuntalar el proceso formativo de sus canteranos con vistas a un hipotético salto a la Liga EBA. La inexperiencia será, por lo tanto, el principal enemigo de la escuadra dirigida por Mariano Bustamante (quien cumple su quinta temporada en el equipo).
Seguramente, surgirán debates acerca de la conveniencia de subir a jugadores de 16 años a un equipo de Primera División. La duda (razonable, dado el salto de categoría) responde, sin embargo, a cierta tendencia conservadora o excesivamente proteccionista tan propia del baloncesto cántabro. No se puede decir que esa política haya proporcionado demasiados réditos a nuestro deporte, ni tampoco parece que sea la causa del éxito de las principales canteras del país. La apuesta indudablemente conlleva un riesgo, pero como diría TS Eliot, sólo los que se arriesgan a llegar lejos son los que descubren hasta dónde pueden llegar.
MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org