25 de septiembre de 2011

Árbitros a discreción

Esta temporada los partidos de la Segunda División contarán únicamente con un árbitro. Así lo establecen las bases de competición de la categoría con la finalidad de abaratar los costes. La decisión supondrá un ahorro de 26 euros por partido para los equipos masculinos (casi un tercio de la tarifa general) y 17 para los femeninos. Si alguno de los dos contendientes (ya sea local o visitante) solicita la designación de un segundo colegiado, será su club el que deba cargar con el sobrecoste.

Indudablemente, la medida hay que considerarla en el contexto de crisis económica actual. Las instituciones municipales y autonómicas han cerrado parte del grifo de las subvenciones públicas y las casas comerciales hace tiempo que dejaron de volcarse en los patrocinios deportivos. Los recursos económicos son cada vez menores, así que se hace necesario recurrir a soluciones imaginativas para sacar el máximo provecho de la escasez (por no llamarla, en algunos casos, miseria).

Seamos austeros

En esta coyuntura surge la nueva palabra de moda, la austeridad. A estas alturas de la película, seguro que un buen porcentaje de la ciudadanía española se habrá sorprendido por la aparición, casi mariana, de este término con el que convivimos desde hace décadas. Más aún, alguno pensará que si hubo un momento en el que tuvo sentido la aplicación de la racionalidad fue seis o siete años atrás, en plena efervescencia de los plasmas y las hipotecas, y no precisamente ahora, donde se da casi por supuesta.

Y es que los dirigentes políticos son auténticos expertos en colar en sus discursos bellas palabras encubridoras de segundas intenciones. El caso más reciente y palmario lo constituye el concejal de deportes de Torrelavega, quien preguntando por el recorte de la temporada de las escuelas municipales, respondía que el término más adecuado era ajuste. Así las cosas, lo que está en juego en este momento de nuestras vidas es precisamente eso, hasta donde estamos dispuestos a que nos ajusten.

Los límites

Y de la misma forma que hay un consenso social más o menos generalizado en que hay apartados de la vida pública (como las pensiones, la sanidad, la educación o las condiciones laborales) con barreras irrevasables, en el mundo del deporte (evidentemente, a escala menor, no lo estamos equiparando) también deberíamos considerar que existen límites que no deberían cruzarse. Y a nuestro juicio, y volviendo por fin al tema que nos ocupa, estamos a punto de traspasar uno de ellos.

La existencia de dos árbitros (como mínimo) en el baloncesto actual no es casual. La mecánica arbitral establece que mientras uno de ellos debe encargarse del juego con balón, el segundo debe estar pendiente del juego sin balón. A nadie se le escapa la trascendencia de este último en nuestro deporte: los cortes, los bloqueos indirectos, los body-checks, los bailes para ganar la posición en el poste bajo, etc. La cuestión es que, con un sólo árbitro en cancha, toda esa parte del juego quedará desamparada.

Peligro de palos

Aclarado esto, aquellos equipos que decidan solicitar un solo árbitro (en su pleno derecho), estarán asumiendo de manera implícita que habrá ciertas partes del juego que quedarán al margen del juicio de los colegiados, o dicho de otra forma, que habrá hostias como panes que saldrán completamente gratis (con el consiguiente encrespamiento del juego). No se trata de ponerse la venda antes de la herida, sino de tomar decisiones con todos los elementos de juicio sobre la mesa.

A partir de ahí, empezará a surgir la que podríamos denominar como táctica administrativa. Esto es, desde aquellos equipos que pedirán la presencia de un segundo árbitro en función de la trascendencia del partido o de la igualdad de los contendientes, hasta quien decidirá prescindir de él porque considera que beneficia a su estilo de juego. Como es lógico pensar (al menos, desde nuestro punto de vista), la sola posibilidad de que esto último suceda desacredita completamente la medida.

Poker telefónico

No menos controversias generará el hecho de que el sobrecoste lo tenga que pagar quien solicite el segundo árbitro. No hace falta ser demasiado avispado para anticipar que habrá equipos que esperarán al último suspiro para encargarlo, a fin de que lo haga antes el rival; aquellos que jueguen con la paciencia del adversario; o esos otros que, el uno por el otro, se queden sin la deseada por ambos pareja arbitral. La casuística será tan amplia como rocambolesca.

Finalmente, y desde el punto de vista arbitral, los colegiados deberán asumir el doble de trabajo por el mismo salario (dos euros más), esto es, el sueño de cualquier español. No sólo eso, deberá someterse a una gratificante sesión de estrés, del que todo lo quiere ver pero se le escapa la mitad. Hay pocas cosas tan desagradables en esta vida como sufrir con aquello de lo que disfrutabas (sí, se puede disfrutar). Ese fue el motivo de la última desbandada de árbitros hace poco más de tres o cuatro campañas.

Y todo esto en una temporada que se presume muy interesante en la Liga Autonómica, con una subida palpable en el nivel y la calidad de los equipos y en una competición que andaba a las mil maravillas. Era público el elevado grado de satisfacción de los participantes con el formato y la organización del torneo, así que resulta incomprensable que por 300 míseros euros al año se pueda echar por tierra el buen desarrollo de una competición, por muy amateur que sea. Ojalá nos equivoquemos.


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org