El pasado 11 de mayo, el presidente de la FEB declaraba en su discurso de investidura que económicamente no era una época boyante, por eso no quiero vender sueños sino realidades; tenemos que clarificar a dónde vamos, sabiendo de dónde venimos. Unas semanas más tarde, el 2 de junio, el máximo dirigente del basket nacional redondeaba su mensaje en la Asamblea General: la FEB debe dar un paso hacia la empatía con nuestros clubes, que están padeciendo las dificultades que afectan a la economía mundial. Tan histórica cita fue inmortalizada en un lugar preeminente de la página web federativa, como muchos recordarán.
Pues bien, aquellas palabras (que en su momento pudieron parecer intrascendentes) se encuentran ahora en el epicentro de la problemática actual. Y es que la FEB es prisionera del discurso de la sensabilidad de su presidente. Los hechos han demostrado que las medidas que adoptó la Asamblea (que se resumen básicamente en una: la minirreducción de los avales) se han mostrado insuficientes para salvaguardar la buena salud del baloncesto español. Más aún: son sus requisitos económicos los que están lastrando a nuestro deporte, al punto de enviar al tanatorio baloncestístico a algunos clubes históricos del basket español.
No lo veremos
En una institución gobernada por unos parámetros mínimos de decencia, la reacción inmediata hubiera sido la siguiente: el análisis de la situación no fue el adecuado y todas las medidas (la medida) que adoptamos se han mostrado ineficientes. O dicho de otra forma, lo siento mucho, me he equivocado, no volverá a ocurrir. He aquí el segundo problema de la FEB y es que, en el libro de estilo de su presidente, la palabra orgullo ha enterrado bajo tierra y a gran profundidad a la autocrítica. Para Sáez, el reconocimiento del error es un síntoma de debilidad y ese es un trance que los grandes estadistas no se pueden permitir.
Desde el punto de vista personal, carece de toda lógica que quien ha acumulado méritos suficientes para pasar a la historia como el mejor dirigente del baloncesto nacional se afane precisamente en todo lo contrario. Sáez ha empeñado toda su credibilidad como dirigente a la carta de los equipos nacionales, hasta el punto de haber dimitido de sus funciones como rector de las clases medias de nuestro deporte. Sáez levita sobre la realidad y ya sólo mira hacia arriba: hacia la FIBA y hacia el COE. Solo hay una cosa que le inquiete y le preocupe más que la Copa del Mundo 2014: la equipación olímpica.
Imaginemos por un momento que el presidente de la FEB tiene la conciencia muy tranquila (como parece que sucede). Entonces, la cuestión sería ¿es que no hay nadie en su entorno de confianza que le abra los ojos al mundo real? En determinados momentos de la vida, aquellos que nos aprecian se distinguen del resto por uno de esos toques tipo ¿qué cojones haces? o ¿quién coño te crees que eres? También es cierto que hay quienes, llegados a cierto cargo de responsabilidad, se afanan es despejar toda crítica de alrededor y se rodean de un coro de entregados loadores. ¿Obedeció a eso el cambio en el departamento de prensa?
La sucesión de calamidades
Y en esas estábamos el 6 de julio, cuando la ley del silencio de expandió como una balsa de aceite por la geografía federativa; o unos días más tarde, cuando por arte de magia surge una lista friki de equipos inscritos; o esta misma semana, cuando la Comisión Delegada se reunía de forma telemática para dirimir el futuro del baloncesto nacional (Sáez-1 a Aril-1, cambio y corto; Aril-1 a Sáez-1, recibo, cambio y corto). La próxima cita será el 13 de agosto, fecha oportunamente elegida para no alterar el concurso de nuestro presidente en la cita olímpica y que coincidirá (o eso esperamos) con la celebración por el metal.
Y entre tanto juego político, los 130 equipos que sostienen el baloncesto nacional se encuentran sumidos en la más absoluta de las incertidumbres. No será hasta la segunda quincena de agosto cuando sepan realmente a qué deben atenerse: en qué categorían van a jugar (los habrá), cuales serán sus rivales, cuántos desplazamientos tendrán que afrontar o qué parte del presupuesto (y esto seguramente sea lo más importante) podrán destinar a la construcción de sus plantillas exactamente. A todos estos interrogantes administrativos, se sumarán todos los referentes a la planificación deportiva.
Ahora bien, en plena época del 15-M hay algo que chirría. La indignación se palpa en el ambiente, los directivos claman al cielo, los entrenadores se preguntan cómo es posible y los jugadores muestran su estado de nerviosismo; pero eso ya no vale. Decía un dirigente político recientemente que las manifestaciones, las protestas y las huelgas no solventan los problemas (es rebatible); lo que es indiscutible es que donde no se solucionan es en casa y con los brazos cruzados. Y esa actitud resignada, casi cristiana, es la que encarnan ahora los clubes. Con un poco de organización todo este paripé se podía haber menguado.
MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org