14 de agosto de 2013

Los vicios adquiridos

Es bastante probable que la FEB haga pública la composición de las categorías el mismo día que arranca el campeonato de fútbol de Segunda División. Es decir, lo hará con 38 días de retraso, que son los que separan el 9 de julio y el 16 de agosto, pasándose por el forro sus propias normas y mostrando la sensibilidad de un esparto con aquellos que la financian. La ausencia de autocrítica de los dirigentes federativos provocará que la situación se repita en apenas doce meses, con el agravante de la cita mundialista. La situación de los equipos recuerda a ese turista tirado en la terminal del aeropuerto, abandonado a su suerte por su compañía aérea, sin más noticias que un panel electrónico cuyos avisos retrasan la hora de embarque sin solución de continuidad.

Quienes se han visto sometidos a semejante coyuntura apuntan sus comentarios en la misma dirección: lo peor es la falta de información. Es ahí donde la FEB naufraga como la carrera televisiva de Sonia Ferrer. Nada le hubiera costado al departamento de propaganda del ente federativo emitir una nota de las siguientes características: han cumplido con todos los requisitos el CB (...) y no lo han hecho el CB (...), por lo que la FEB, en aplicación de sus atribuciones, ha abierto un segundo (tercer o cuarto) plazo con el objetivo de alcanzar un número digno de participantes para la categoría. La resolución definitiva se comunicará el (...) a la conclusión de la Comisión Delegada. La casa pide disculpas por las molestias causadas por este y los anteriores aplazamientos.

La opacidad

Y es aquí donde aparece la palabra de moda en estos tiempos: la transparencia. Resulta chocante la resistencia numantina que tienen ciertas instituciones a hacer públicos ciertos datos. En el caso que nos ocupa, con el agravante de que nos encontramos ante un organismo de interés general que percibe una generosa subvención de las arcas del Estado (1.039.890 euros por la vía ordinaria). Más aún, que se alimenta de los clubes deportivos, también financiados en masa por las administraciones públicas. ¿Acaso no deberían tener derecho los contribuyentes a conocer hasta el último detalle de todos los movimientos acometidos por estas entidades? Si no lo hacen, la cuestión siguiente sería inevitable: ¿por qué se afanan? ¿acaso tienen algo que ocultar?

El argumento aplicado a las federaciones es extensible a los clubes. Resulta curioso que quienes más se quejan de la falta de transparencia de las primeras sean precisamente los segundos. Un ejemplo: en nuestro primer año en la red, solicitamos a los 12 equipos del Grupo A-A sus presupuestos para la temporada; solo obtuvimos la respuesta de uno, el Virgen de la Concha. En este sentido, la política comunicativa de los clubes también deja bastante que desear y una gran parte de las noticias que resultan de interés público ni siquiera se trasladan (no es el caso de los dos conjuntos cántabros o de otros, como el Zornotza Saskibaloi -cuya ausencia lamentaremos- y el Easo ST). No es de extrañar, por lo tanto, que la liga tenga la trascendencia y la repercusión social que tiene.

Habrá quien piense que estamos barriendo para nuestro lado (y seguramente no le falte razón). Llegados a este punto, conviene recordar que la parte fundamental de este negocio (por llamarlo de alguna manera) son los aficionados a este deporte; que ni federaciones, ni clubes, ni medios de comunicación tendríamos sentido ninguno de no ser por su existencia; y que deberíamos tenerles más presentes (y en esto nos incluimos) en nuestro quehacer diario. Evidentemente, eso requiere esfuerzos que en muchas ocasiones resultan valdíos o pasan inadvertidos (quién no ha sentido esa sensación de impotencia en alguna ocasión), pero es que no hay otra salida. Ya lo decían Chris Martin en The Scientist y Carlos Tarque en Usar y tirar: nadie dijo que fuera fácil.


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org