20 de diciembre de 2011

¿Qué podemos cambiar? (2)

En la actualidad, la duración media de un partido de baloncesto ronda la hora y media. De esos 90 minutos, 40 corresponden al tiempo efectivo de juego, de modo que más del 50% de los minutos se pierden en cuestiones administrativas (fundamentalmente cambios, tiempos muertos y tiros libres). En muchos de esos casos, no contribuye a la continuidad del juego la ceremonialidad de los árbitros, cierto es que obligados por las directrices de los responsables de la FEB, más preocupados por las formas que por el desarrollo del juego.

Sobre los cambios, las últimas modificaciones realizadas hace unos años incrementaron de manera exponencial las oportunidades para ejecutarlos. Desde nuestro punto de vista, carece de todo sentido que se permitan tras la conversión del último tiro libre (salvo en el caso del tirador), cuando unos segundos antes esa opción se ha desestimado. Además, la medida permitiría al equipo sacador poner rápidamente el balón en juego, una situación de la que sacan mucha ventaja numerosos conjuntos en competiciones escolares.

Sobre los tiempos muertos, forman parte de la dinámica táctica de los partidos, de modo que una mayor restricción supondría una limitación al enriquecimiento del juego. La fórmula del 2+3 parece adecuada y suficiente, si acaso añadiríamos la figura de un tiempo muerto corto para los dos últimos minutos de partido (y en su caso, de cada prórroga). Los que parecen tener escaso sentido (por su aleatoriedad) son los tiempos muertos televisivos, pero esos no nos preocupan tanto por motivos obvios.


Y llegamos a nuestro gran caballo de batalla: los tiros libres. Alargan en exceso los finales de cada cuarto y convierten en aborrecibles ciertos finales de partido. Resultan especialmente execrables los desfiles que se producen de un lado a otro de la cancha cuando los equipos que pierden fuerzan la falta rápida para detener el partido; con un agravante: que en la inmensa mayoría de las ocasiones no sirve para más que alargar la agonía e incrementar la diferencia en el marcador. ¿Cómo se podrían evitar este tipo de situaciones?

Aportamos varias soluciones: la primera de ellas consistiría en elevar el bonus a las cinco faltas de equipo. Con esta medida, que no podría considerarse como una concesión a las escuadras faltosas, nos ahorraríamos un máximo de 16 tiros libres por encuentro. Tampoco estaría nada mal que, ya que se reinicia la cuenta de tiempos muertos en las prórrogas, se resetease también el cómputo de faltas de equipo en los periodos extra, con un bonus reducido de dos o tres faltas personales. En torno a 10 minutos menos de juego parado.

La segunda propuesta consistiría en reducir los casos de faltas sancionables con tiros libres. En la actualidad, las únicas que no se castigan nunca con lanzamientos desde los 4'60 metros son las faltas de ataque. Desde nuestro punto de vista, debería suceder lo mismo con las faltas cometidas en las acciones de rebote (sin control del balón resulta un exceso la penalización de los tiros libres) o en pista trasera. En todos los casos, el cambio de reglamento resultaría muy sencillo. Continuaremos. Fotografía | La Voz de Asturias


MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org