16 de febrero de 2012

El cándido y el listo

Recordar capítulos traumáticos de la historia de esta región debería estar castigado con penas privativas de libertad. Nos aprovecharemos del vacío legal existente en esta materia (locutar con la voz de Piqueras) para ahondar en una de esas heridas, qué decimos heridas, hemorragias chorreantes que jamás supurarán en el maltrecho corazón de los aficionados al baloncesto en Cantabria. Y es que tal día como hoy, pero hace una década, un árbitro y dos jugadores de la Liga ACB protagonizaron el siguiente sainete (advertencia: estas imágenes pueden herir su sensibilidad).

Aquel 16 de febrero de 2002, el Gijón Baloncesto y el Caja Cantabria alcanzaban la vigésima jornada de la Liga ACB en una situación desesperada. Los asturianos (3-17) se encontraban en aquel momento a dos triunfos de la salvación y los torrelaveguenses (2-18) todavía un poco más lejos. La victoria era considerada entonces como el único salvoconducto posible hacia la permenencia en la categoría. El dramatismo del choque se agigantaba, además, con la rivalidad transcantábrica, labrada tras varias campañas de convivencia en las distintas categorías del baloncesto federativo.


A falta de poco más de un minuto para la conclusión del choque y con empate en el marcador (74-74), el visitante Iván Corrales inicia el ataque del equipo cántabro, pero momentos antes de cruzar la media cancha, percibe que la pelota se encuentra empapada de sudor. El jugador (según su versión) llama la atención de los árbitros y, cuando uno de ellos (en este caso José María Rosado) levanta el brazo para detener el encuentro, lanza la bola más allá de los límites del terreno de juego (¿seguro?). El colegiado toma el esférico y acude al banquillo más próximo para que alguien lo seque.

La polémica surge al instante. En un comportamiento propio de la liga inglesa, el alero local Pep Cargol, ex-jugador del Real Madrid, aprovecha la coyuntura para presionar y reclamar la posesión del balón. Y en un alarde de eficacia propio de una aseguradora suiza, el colegiado José Antonio Martín Bertrán resuelve el conflicto con una única pregunta a su compañero. El juego se reanuda con saque y ataque para el equipo asturiano, que no con la devolución de la bola. Curiosamente, la posesión resulta intrascendente para la suerte del partido. El asunto llegó a los despachos, hubo impugnación (75-74).


La jugada de marras pasó a la historia del baloncesto cántabro, sin embargo, como la desencadenante del descenso deportivo del Caja Cantabria a la Liga LEB, después de cinco campañas en la máxima categoría nacional. Nada más lejos de la realidad: tras aquel partido, el equipo dirigido por el inefable Moncho Monsalve encadenó tres victorias consecutivas (la primera de ellas, ante el subcampeón de Europa) y llegó a la jornada 24 a un triunfo del Cáceres CB. Y fue precisamente la derrota contra los extremeños (73-84) la que acabó condenando al equipo torrelaveguense.



MARIO TAMAYO CASTAÑEDA | www.algosemueve.org